viernes, 16 de septiembre de 2016

Mamá trabajadora


No ha sido fácil, igual que yo, millones de mujeres pasan por ello cada día en el mundo y estoy segura de que alguna pensará lo mismo. Es cierto que yo lo elegí, de mi boquita salió el "sí, acepto el contrato", un mes y medio pasa volando y no será tan complicado. Como mi marido está libre el verano, no habrá problema, él está con el nene mientras yo trabajo. Además sus padres veranean dos pisos más arriba así que tampoco está sólo. Todo se prestaba a decir sí al empleo.

Ha sido, como poco, duro. Ésta vez me dieron el contrato en planta de cirugía. Yo soy "carne de quirófano" (así nos llamamos coloquialmente), pero no era la primera vez que rotaba por planta, así que no iba a ser difícil. Obviamente me equivoqué.

Al principio me sorprendí por la sensación caótica que percibí al llegar. Tal vez sea algo cuadriculada para trabajar y tenga mis "manías". Todos nos encargábamos de todas las tareas. Si el médico te pilla por delante, aunque el paciente no sea "tuyo" le da igual, te dice el tratamiento sin esperar que seas o no la enfermera referente. Si suena el teléfono y lo coges, te dan a tí la información, aunque no vaya contigo; tú ya te apañas para remitirla a su destinatario, que aquí todos tienen mucho trabajo y nadie puede esperar. Ya se sabe lo que sucede en estos casos, puede dar lugar a informaciones incorrectas o incompletas que, una vez más, afectan a la atención al paciente.

Yo no sé si Dios existe en los hospitales, pero los ángeles de la guarda no veáis el trabajazo que tienen. Menos mal que no se han cogido vacaciones en Agosto. Fuera bromas, todo ésto a mi me crea mucha presión. Si lo sumamos a la hora y media de camino de casa al trabajo, otra hora y media de vuelta y, además, llegar a casa y estar al 100% con tu hijo y tu marido, pues AGOTA.

  Algunas personas tienen la teoría de que el agotamiento es "culpa" nuestra, por no delegar responsabilidades de casa y, oye, igual tienen razón. Bien pensado, la cosa va de culpas. Por aceptar el empleo, por querer hacerlo todo, por querer tener la casa limpia, por querer ir a la playa o a la piscina, por querer dormir, por no estar de humor, por no ser "PERFECTA".

Luego leo artículos en los que te repiten una y otra vez que lo primero son tus hijos, que la casa puede esperar y tal... Todo eso está genial pero, si en el trabajo solamente hay caos y llego a casa y más caos...para volverse locos. Luego pon buena cara, que tienes que agradecer que tengas trabajo para ayudar a la economía familiar.

Además así haces puntos para la bolsa, a ver si te dan contratos más largos. Súmalo a los comentarios de: - ¡Uff! ¡Éso no es nada!, Si tuvieras que pasar por lo que pasábamos antes, cuidar a los hijos, a los padres, suegros, tener la casa y la comida listas, los maridos que no hacían nada en la casa... ¡Por lo menos te vas a trabajar y desconectas un poco!

¡¿Perdona?! ¡¿Desco... qué?! ¡¿Encima tengo que dar gracias?! ¡¿Qué está pasando?!
Si, yo decidí trabajar, no sé si por egoísmo, por aportar algo en casa, porque mi marido también se sintiese padre y estuviesen solos "Loh tioh". Igual necesitaba ver que se las apañan estupendamente y que no soy imprescindible. No lo sé, pero ese egoísmo también me hacía querer estar con ellos todo el tiempo posible y además tener la casa impoluta.

Resultado: Al final una se agota, y de lo que doy gracias es de que sólo fuese un mes y medio, que, por cierto, se me hizo tan largo como un contrato de 40 años. Me he perdido el primer verano de mi hijo, no hemos tenido "Vacaciones de familia". Sentimos que teníamos obligaciones todo el tiempo y eso desgasta la relación familiar. No es sano, al menos para nosotros, estar "conectados " con el mundo constantemente, necesitamos paréntesis en la vida, toma de consciencia, disfrutar del momento sin pensar "tengo que".

Después de todo, llegamos a una conclusión: No nos compensa que trabaje fuera de casa, porque dentro, todos sabéis que se trabaja muchísimo. Quiero ser Yo, sin que mi salud se resienta y por tanto mi carácter. Si no estoy bien, tengo menos paciencia y eso es justo lo que necesitan nuestros hijos, paciencia, cariño y amor incondicional, comprensión, paz, alegría y ARMONÍA.

Éste ha sido mi caótico primer verano como madre y, como todo en esta vida, me ha servido para aprender y DESAPRENDER. Estamos programados, queramos o no aceptarlo, para trabajar, para sufrir, para sacrificarnos, para sacrificar cosas, situaciones, incluso para sacrificar el crecimiento de nuestros hijos porque "TENEMOS QUE trabajar" para ganar dinero y tener más cosas. Pues no, yo no soy más feliz de ese modo, tal vez otros si, pero mi hijo sólo crece una vez y yo, pues ya trabajaré si lo necesito para sentirme realizada cuando me apetezca, si es que me apetece.